Un año mas, ayudados
por las campañas publicitarias (que cada vez empiezan antes) hemos vuelto a
caer en la trampa de la Navidad. Unas fechas llenas de hipocresía en las que
estamos obligados a ponernos el disfraz de la felicidad del amor y del buen
rollo. Una fiesta que supuestamente es religiosa pero que viven igual creyentes
y los que no lo son tanto. Cada año me resulta mas falsa y agobiante pero por
tradiciones familiares y sociales absurdas no me queda otra que unirme y ser uno
mas de la misma cadena que critico.
Para un niño, mucho
peor que descubrir la farsa de los Reyes Magos, es hacerle creer que el premio
por haber sido bueno, es que les dejen todos los juguetes que haya pedido... Lo
que haga falta para que esté contento ¿no?
Que horror...
Es lamentable que
tengamos que comprarnos una sonrisa con fecha de caducidad.
Me siento obligado a
gastar... A sonreír... A mandar saludos y buenos deseos a personas que durante
todo el año me son indiferentes... A comer de forma excesiva... A escuchar horribles
villancicos con letras absurdas... A aguantar colas interminables en los
centros comerciales... A escuchar el patético discurso del Rey... A convertir
la casa en una horterada barroca...
Sé que hay mucha
gente que no piensa como yo... Sobre todo esas personas que durante todo el año
esperan estas fechas con ansia, y convierten sus casas en templos de belenes y arboles
de navidad, o esas otras que considera la Navidad la unión familiar, que en
muchos casos ignoran durante todo el año, pero que en estas fechas les sale la
generosidad, repartiendo besos con buena cara a parientes que odian, y
repartiendo monedas a mendigos que descubren de pronto en estas fechas, y así
tranquilizan su conciencia, hasta la siguiente Navidad.
En cualquier caso,
deseo para todos, que de la forma que cada uno quiera, pero con armas reales,
luchemos por ser felices... No sólo estos días.
La vida continúa
después de Navidad.